martes, 5 de julio de 2011

En El Parque de la Fuente.

                                                             
  El invierno se le hizo larguísimo,  desde siempre, al finalizar el día, se enfrentaba al almanaque para tildar una jornada más. Odiaba el frio, quizás de pequeña lo sufrió, su niñez no había sido fácil en aquella vieja casona de Barracas. Aun puede sentir ese olor tan particular, el de la estufa a kerosene, y  ver el ritual que noche a noche realizaba su mama, el de calentar agua para que la bolsa de dormir estuviera bien a punto, y la cama tibia buena parte de la noche.
La vida sin duda la había premiado, su madre la apoyo siempre en su vocación, su curiosidad la llevo a estudiar, investigar y conquistar una posición entre los cinco primeros promedios, fue y es muy competitiva , Martina se sintió siempre una mujer contracorriente, desafiante, provocadora. Su profesión le permite llevar una vida tranquila, cómoda, muy lejos de lo que su madre le pudo dar.
Esa mañana, el señor del tiempo  anunciaba lluvias y tormentas, mejorando por la tarde, con leve ascenso de la temperatura. Pero la mañana estaría muy fría. Aconsejaba paraguas, bufanda y guantes, combinación que Martina creía, era perfecta para extraviar. Al menos este tiempo la ayudaría a estrenar este aparato que la escuda de la lluvia,  obsequio de  su prima, no recuerda bien para que fecha, seguramente solo fue un presente, algo que ella creyó sin importancia pero que hoy le vendría de maravillas. Para su gusto, no era muy femenino, a rayas, de colores fuertes, bien amplio, seguramente ella jamás lo hubiese comprado. Llovía a cantaros y el paraguas cumplía a la perfección su arduo trabajo, empezaba a pensar que al fin de cuentas, era un regalo útil, que había llegado justo a tiempo.
Cruzaba el Parque de La Fuente, cuando entretenida y relajada en su andar se percato que la lluvia ya no caía, en su lugar, un sol radiante mostraba su sombra esbelta, que la favorecía en sus líneas. Miro hacia el cielo, era perfectamente azul suave y sobre ella, erguido, Cupido se disponía a disparar. Jamás lo había visto, nunca se detuvo frente a la fuente, desde cuando el Ángel  estaba allí, vigilando todo desde lo alto?  Su paraguas ahora  le servía de blanco, ayudado por el, jamás podría fallar su flechazo. Miro para todos lados y pensó _y donde esta mi enamorado? _Ya me disparo?,_ será que Cupido, este arquero del amor se arrepintió?. Pensó que se había convertido de pronto en una tonta, una pobre mujer carente de afecto, solitaria, que solo se preocupaba por  su profesión, pensó  en lo mucho que había descuidado su vida amorosa y se convenció que el paraguas había cumplido su misión, la doble misión de cubrirla y descubrirla lista para el amor.
                                                                                     Silvana
/                                                                                   17/03/2011

1 comentario:

Moisés Herrerías Diego dijo...

A Cupido le gusta gastarnos bromas como ésa… o tal vez el amor siempre ha estado delante de nosotros, pero hemos preferido ignorarlo.

Un gran trabajo.