Persistentemente aquí, a mis pies.
Lo ignoro, no lo miro, trato de seguir sin transmitirle nada. Que no se entere de mi esfuerzo por no mirarlo, por no tentarme. Mi cara no emite gestos ni muecas. Quiero pasar inadvertida, pero él me sigue, insiste como nadie. Se muestra profundo, inmenso, sin fondo y todo para mí. Cambia su aspecto únicamente para probarme. Quiere saber si influye sobre mí, si estoy atenta a él. Creo que sabe que si. Sigo avanzando con paso firme a su lado. No me dejo encantar. Por momentos siento que por fin se largó, se dio por vencido. Entonces me relajo y cambio la rutina. Quizás así, nunca me vuelva a encontrar. Reparto sonrisas, vuelvo a brillar, me siento plena y confiada. Tiene un olfato increíble, no sé como hace, pero siempre me encuentra. Reaparece y silenciosamente se exhibe ante mí y aquí está, otra vez a mis pies. Me manifiesta su declarada devoción y ya lo decidí, voy a correr, ocultarme, mutar, gritar y si es necesario hasta volar!, pero nunca, jamás volveré a caminar junto al abismo.
Silvana
07/09/2011
1 comentario:
Muy buena decisión. El abismo y la oscuridad es una medicina que mata a más personas de las que cura.
Excelente metáfora.
Publicar un comentario