martes, 3 de enero de 2012

Renglones


Admiraba sus palabras, eran siempre tan perfectas... El aroma dulce de su piel se enterraba en sus venas  cual vicio letal. No podía manejarlo, necesitaba receta urgente para erradicarlo ya de su sangre. Pero en cuanto decidía tratarse, lo pensaba y se echaba para atrás, todavía no quería dejarlo. Necesitaba más tiempo. Sus ojos caminaban sus líneas y se abstraía de todo y de todos cuando lo tenía entre sus manos. Su esencia la acompañaba donde fuera que vaya, cada trazo en su relato la atrapaba y se tildaba en su historia, haciéndola suya cada vez. Él la embobaba con sus mensajes, todas sus vocales y consonantes entreveradas sonaban sorprendentes, ella, totalmente cautivada, se dormía rendida con él sobre su pecho. No tenía valor para apartarlo, sus siluetas se adaptaban  celestialmente. Pagaría lo que le pidieran para adquirir todo de él.
Ya poseía un lugar privilegiado en su corazón, ahora le haría lugar en su nido. Era hora de enterarse todo de él, no precisaba más, sólo poder elegirlo cada día. Se dirigió a la librería donde lo vio por primera vez. Preguntó por sus obras y se adueñó de todas. Era una excelente colección. Por fin tenía la plena seguridad de poseerlos siempre.
                                                                 Silvana
                                                                      04/06/2011

2 comentarios:

Moisés Herrerías Diego dijo...

No sé si ya te lo había dicho, pero de los textos que he tenido el placer de leer, éste es uno mis favoritos.

Silvana dijo...

Yo no tengo un favorito. Mi favorito todavía no lo escribí.